Según parece, el sistema PageRank, el entramado algorítmico con el que Google indexa jerárquicamente los enlaces, ese ranking de las páginas facilitadas, está inspirado en un sistema, el SCI, que se usaba para determinar los méritos científicos de los investigadores a través de su “impacto” (publicaciones y referencias bibliográficas). Esa mecánica del índice de citación es, grosso modo, y llevado a los enlaces del hipertexto, lo que hace Google para determinar la relevancia de los contenidos que muestra el navegador. El filón trascendente de la biblioteconomía y la documentación
No sabemos si la gente encuentra. Pero la búsqueda es continua. Se busca de todo, desde abonos naturales a desodorantes, coles de Bruselas, anillos de boda, películas en fase de rodaje. Hay diletantes que buscan el grosor medio de una gota de lluvia para cerrar un párrafo. Información de toda índole cruza la inteligencia colectiva de la Red. El mejor mensajero es aquel que mejor entiende y anticipa la información requerida. Google, en palabras de Stephen Wolfram, es como un bibliotecario a quien se le pregunta algo y te ofrece 10 libros donde poder encontrar la solución.
Este físico de 52 años desarrolló un complejo sistema de computación llamado Mathematica, en cierta medida base de su ambicioso proyecto, Wolfram Alpha, una “web de respuestas”, una especie de buscador de alta precisión que pretende dar la marca de agua para el futuro de los buscadores: fuentes filtradas que desembocan en la construcción de una fuente completa y “autónoma”. Conocimiento computacional, metadatos, sinergia pura. Su funcionalidad (y potencial comercial) parece venir abalado por su acuerdo con Apple, a través del cual el asistente personal de voz Siri para iOS, presente en el iPhone 4S, recurre a la tecnología de Wolfram Alpha. El mismo Wolfram sostiene que en los próximos años empezaremos a dar por supuesto que es posible calcular cualquier cosa instantáneamente. Empezaremos a exigirlo; hasta ahora asumíamos que no era viable.
