La veta de una idea nunca se sabe en qué piedra anda. Pudo haber sido viendo caer una fruta, despechado por el rechazo de una mujer o estudiando el crecimiento de las poblaciones de conejos. Newton; Zuckerberg; Fibonacci. El descubrimiento se suelda a la anécdota, la cultura reclama relatos. Este último, quizá el menos conocido, también llamado Leonardo de Pisa, fue un matemático italiano del siglo XIII que, además de la introducción de la numeración indo-arábiga en Europa, todavía vigente, expuso un sistema de sucesión numérica que quedaría más tarde fijado bajo el marbete “sucesión de Fibonacci”. Se trata de una secuencia bastante simple pero extremadamente funcional y recurrente en la naturaleza, la cual se basa en la lógica de que cada término es la suma de los dos anteriores: 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, etc.
Hace un par de años, la imagen de dos aficionados madridistas (padre e hijo) aplaudiendo el gol de un jugador del Barsa en el Bernabeu fue el mejor relato de una rivalidad rendida a la admiración, la articulación instantánea de un pensamiento. Aunque quizás esa ilustración definitiva, que fue portada de algunos periódicos, no apelaba tanto a la admiración de “los otros” como a la admonición de los propios. Sea como fuere, la imagen era dechado de elocuencia.
La facundia de la imagen, su afluencia y facilidad para comunicar, es trapo viejo –escudos de armas o catedrales hablaban de tú a tú con la gente de su tiempo desde la heráldica y la arquitectura; lo textual era nulo o superfluo, como el mensaje de las picotas–. Y con ser trapo viejo, está a la orden del día. Ya todos sabemos, big brother, que este siglo audiovisual e interactivo lleva el ojo por montera; el laicismo regresa a dios desde el triángulo de pantalla plana. Me conmueve el verso: toda mirada/ es superar una distorsión/ con otra:/ la curvatura /de la córnea.
Hay un librito por ahí que se titula El polen de las ideas. Hace tiempo que quiero hacerme con él, pero nunca sucede. No recuerdo ahora si era Einstein o Cortázar quien decía aquello de que no me preocupa olvidar una idea; si esta era realmente buena, volverá. Actualmente, esas matemáticas de Fibonacci tienen un uso bastante extendido en la informática y las ciencias de la computación. Yo, sin embargo, supe de él porque un amigo ingeniero me contó -en el origen estaba el Verbo- cómo se aplicaban esas sucesiones en la tecnología fotovoltaica, en la distribución de las células y su eficiencia energética, remedo de esa tecnología natural que sustenta a las plantas. Esa historia, finalmente, produjo a su vez este relato.
…una nebulosa que comprende millones
de mundos y la concha segregada por cualquier
molusco marino, desafían la más mínima
tentativa de comparación. A mis ojos, sin
embargo, las dos están sometidas a la misma ley
de desarrollo en espiral.
Roger Caillois