Alguna otra vez ya se ha comentado por aquí algo sobre eso de la obsolescencia tecnológica, y se han dejado enlaces a ese documental que hace un tiempo emitió Televisión Española.
Ahora el tema viene a raíz de un artículo de Paul Krugman, Nobel de Economía en 2008, y gurú defensor de las tesis de estímulo económico para paliar la Crisis Rampante, un camino que parece, sobre todo en Europa, no ser muy transitado, atenazados como están entre la austeridad y el déficit.
A grandes rasgos, y para lo que aquí interesa, como decimos, en ese texto el profesor de Princeton defiende la inversión pública -en contra de la política de austeridad que rige- como estimulante del consumo. Para llevarnos a Keynes desde Apple, se vale de los informes rumorosos sobre la posible incidencia del nuevo iPhone 5 en el crecimiento del PIB de EE UU (entre un cuarto y medio punto porcentual). Y esa incidencia proyectada del smartphone se cimenta sobre el líquido eslogan de “gastar más” como estimulante:
«[…]Lo que es fundamental entender aquí es que estos posibles beneficios a corto plazo del nuevo teléfono no tienen casi nada que ver con lo bueno que es, ni con lo mucho que mejora la calidad de las vidas de los compradores o su productividad. Esos efectos solo se notarán a largo plazo. En vez de ello, la razón por la que JPMorgan cree que el iPhone 5 estimulará la economía de inmediato es sencillamente porque inducirá a la gente a gastar más».
Ese incremento del gasto deriva, en el caso del iPhone 5 -y ahí reside otro motivo central del texto-, de la obsolescencia [tecnológica]. Las personas van a las tiendas a hacerse con ese nuevo modelo que sustituye al ya desusado modelo anterior, regenerando la economía y dinamizando el consumo, moviendo el dinero. Krugman le está diciendo a los gobiernos que las Aulas Digitales, toda esa infraestructura para que la educación esté en la órbita de las NTIC [Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación], no es solo bueno para la formación académica, sino que es un recorrido útil para el equilibro económico. Actualizarse estimula el mercado.
La duda que surge es si, a la luz de estos argumentos, la a primera vista denostada “obsolescencia programada” -que se proyecta en el imaginario común tal que el acuerdo tácito de la industria para mantenernos siempre expectantes y necesitados de nuevo material (álgebra de la necesidad)-, no es en el fondo más que una correa de transmisión no sólo útil, sino necesaria, para el entramado de nuestra globalizada economía.
«Sin embargo, las depresiones se acaban, con el tiempo, incluso sin políticas gubernamentales para sacar a la economía de este atolladero. ¿Por qué? Hace tiempo, John Maynard Keynes sugirió que la respuesta era “uso, deterioro y obsolescencia”: hasta en una economía deprimida, en algún momento las empresas empezarán a sustituir sus bienes de equipo, bien porque los que tienen se han deteriorado, o bien porque han aparecido otros mucho mejores; y una vez que empiezan a hacer eso, la economía se anima. Sin duda alguna, es lo que Apple está haciendo. Está estimulando la obsolescencia. Bien».
Krugman le pone un positivo a Apple por estimular la obsolescencia -económicamente lo entiendo… creo; pero de verdad que la realidad es compleja-, al tiempo que, implícitamente, parece “condescender” con esa lógica del snob/adicto [a las tecnologías] que se inspira desde ese fierabrás que resulta la obsolescencia: el adicto como baluarte económico: el álgebra de la necesidad. Un hombre desnudo frente a unas casas grita: ¡La prosperidad eran deudas! Renovarse o morir.