Tal vez con el tiempo, sea por evolución o involución científica –ya sabéis, aquello de que la 4ª Guerra Mundial será con palos y piedras–, desaparezcan los teclados. Otros temen que incluso olvidemos la ancestral escritura caligráfica, desterrando definitivamente la grafología. Sea como fuere, esperemos que no se den simultáneamente ambas mutaciones.
De momento, a este lado del desastre y a medio camino entre Siri y la Mayor Kusanagi, parece que la oralidad, con esa transparencia y aparente inmaterialidad tan apreciada por el desarrollo tecnológico, se va imponiendo en la comunicación, especialmente con las máquinas. Eso sin mencionar la moda de las notas de voz del Whatsapp.
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Esa oralidad, a su vez, puede destilarse aún más hasta convertirse en algo así como telepatía, puro software. Más o menos como esas prótesis biónicas que se manejan cerebralmente sin más comandos que lo que llamaríamos voluntad o pensamiento, cifrado eléctricamente en el sistema nervioso de la persona. Aunque esto no es futuro precisamente, y la supresión del hardware avanza hacia la transparencia, los teclados siguen siendo una especie de ábaco postindustrial omnipresente.
[VÍDEO: Hugh Herr: La nueva biónica, Conferencias Ted]
Un ábaco sería más bien una calculadora, es cierto, y no un abecedario. Pero quizás no sea casual que las consonantes de la palabra ábaco sean las tres primeras letras de aquel en orden alfabético, a-b-c, lo que nos permite tontear así desde la fonética que el ábaco es el abecé de los números. Y a fin de cuentas, los teclados son generalmente alfanuméricos. Cifras y letras. Y otros símbolos, especialmente relevantes para los lenguajes de programación y la sintaxis informática. Y en ellos, los teclados, como en las calculadoras, no es difícil reconocer la organización de las cifras, incluso en su teclado supletorio: una progresión ascendente de izquierda a derecha a tres columnas, del 1 al 9, y con la parte inferior total o parcialmente destinada al 0. Pero… ¿y ese abecedario no alfabético? ¿Qué algoritmo resuelve la sopa de letras del teclado?
Para encontrarlo pilla un Delorean hasta finales del 19, en tiempos de Mark Twain, cuando algunos fabricantes de armas empezaban a diversificar su negocio con máquinas de coser. Y de escribir. Sigue los post (it), continúa la serie.