A alguien le oí una vez que cualquier cosa que pudiera pasarte ya estaba en alguna canción de no sé quién. Sabina creo que dijo… o Shakira, no estoy seguro. Imagino que el colega querría decir algo así como que la vida de cualquiera podría armarse espigando versos de sus letras. Él pudo decir Shakira como yo pensé en Tom Waits y otros elegirían a Joan Baez, Raphael o Pimpinela; los fans, fanáticos amputados, dolientes, es lo que tienen: devoción e hipérboles, a esgalla. No sé qué letrista glosará mejor nuestro día a día de tecnología punta y acabados electrónicos –acaso sea ya cosa de un cíborg o androide por venir–, pero dado el estado de las cosas… la realidad parece en ocasiones una versión beta.
No sé si es que la ficción ha perdido potencia dado el poder tecnológico de la realidad y su carácter aceleradamente mutante o proteico, o es que el magín humano renquea y hay que darle ya testigo de ficción a las IAs. Sea como fuere, una de esas ficciones recientes y escalofriantes, Black Mirror, parece irnos narrando en aterradora traducción simultánea –a lo sumo con un leve retraso en la señal, un diferido apenas perceptible– lo que ya estábamos viviendo. O a punto.
[VÍDEO Black Mirror 3×01 “Caída en Picado” (Trailer Español)]
Así, el primer capítulo de la 3ª temporada de Black Mirror, Nosedive (‘Caída en picado’), mostraba una realidad subyugada a las redes sociales, hiperconectada, donde las personas eran categorizadas socialmente en función de una serie de parámetros (poder adquisitivo, compras, hábitos, actitudes, vínculos con otras personas o valoraciones interpersonales directas) que les otorgaban ‘crédito social’, estatus o reconocimiento, y del cual dependía, entre la estupidez macabra y el paroxismo distópico, la propia supervivencia/felicidad/integración de los individuos. Todo ello ostentosamente visible e hiperventilado a través de las redes, en flujo continuo de valoraciones y egotismo, con un toque de interacción lúdico –miel para moscas de interfaz– tan aparentemente inocente como adictivo. El capítulo refleja, como acostumbra la serie, una especie de pasado mañana retorcido sobre los vicios del presente, llevando la adicción a las redes, el desalojo de la intimidad y el afán de protagonismo e interacción con su totalitarismo emoji, a extremos alienantes. Y aunque la historia funciona bien como relato hiperbólico –y no tan exagerado, pensarán algunos– del estraperlo de datos, la supercomputación y los perfiles de usuario o el narcisismo desaforado en redes, la verdad es que puede que de hipérbole tenga lo mismo que de bucólico.
[VÍDEO Black Mirror 3×01 “Caída en Picado”, Comentarios del creador y escritor Charlie Brooker]
En apretada síntesis ahora (que ya luego iremos desgajando): la dictadura China desarrolla y ejecuta desde 2015 un programa integral de vigilancia y control social (SkyNet) desplegado a través de cientos de millones de cámaras de vídeo por las calles, vinculadas a bases de datos policiales del país (todo ello ya plenamente operativo), junto con un sistema algorítmico de clasificación de individuos, de jerarquización ciudadana, en base a su ‘crédito o confiabilidad social’ (Citizien Score o Social Credit System), en el cual se evaluarían desde aspectos financieros y legales (la parte confesada y comercial, de uso más o menos habitual entre empresas electrónicas y clientes o usuarios) hasta cuestiones de índole política e interpersonal (con tan flagrantes como oscuros intereses para el Gobierno y la administración del poder).
Esta última parte del proyecto, esa especie de app de ‘crédito socionacional’ para la evaluación y consideración ciudadana –cuyo embrión podría rastrearse en un documento, a modo de globo sonda, del Consejo de Estado de la República Popular de China en 2014: Planning Outline for the Construction of a Social Credit System–, parece carecer todavía de aplicación oficial, limitándose a experiencias piloto de colaboración entre la Administración comunista china y distintas empresas privadas, orientado esencialmente al comercio electrónico. Por el momento, el ‘Social Score’ es un jueguecito voluntario más, como el Pokemon Go o el FarmVille; sin embargo, el Régimen de Xi Jinping tiene prevista su imposición definitiva, es decir, obligatoria, para 2020.
Cabe decir, para hacerse una mínima composición de lugar, que es algo común en ese peculiar sistema totalitario que rige China, a caballo entre la evangelización comunista y el Espíritu Santo del capital, el que algunas empresas privadas, como por ejemplo Alibaba o Tencent, ya manejen con sus clientes sistemas de valoración individual, socio-comercial; pero, eso sí, aparente y específicamente centrados en aspectos económicos tales como ingresos, multas de tráfico, puntualidad en abonos tributarios, tipos de compras…, amén de esos otros rastros registrados a través del e-commerce. Sería algo similar a los conocidos como Credits Score, sistemas de calificación crediticia usuales mundialmente a nivel empresarial, no solo en China, y aplicados normalmente a personas jurídicas o cualesquiera instrumentos financieros –empresas, entidades, bonos (e incluso, o por tanto) países–, pero que ahora se reasignarían a individuos concretos o personas físicas: algo así como la valoración que te haría un banco para concederte, o no, un préstamo. Solo que ahora elevado a la enésima potencia y cubriendo vacíos del perfil ‘más allá de lo burocrático y la radiografía tradicional’, afinando la valoración, Big Data mediante, a partir de la información obtenida de la navegación e interacción de los usuarios en el ciberespacio. La huella digital es tu credencial, la piedra de toque.
[VÍDEO Juegos propagandísticos: Sesame Credit – El verdadero peligro de la gamificación]
Después de todo, las pugnas de poder, el mercadateo y los rifirrafes o affaires estatales que practican empresas occidentales como Facebook y Google, entre otras, y por lo que a menudo son multadas cuando se las coge en un renuncio –incluso su misma esencia y proyección comercial de futuro, según algunos; amén de NSAs y servicios de inteligencia–, tiene unas hechuras aproximadas a las mañas, más burdas, que practica la dictadura china para someter y condicionar a sus ciudadanos: donde ellos ‘orientan’ y monopolizan con restricciones tuteladas y soma en cuentagotas, nosotros dejamos al perro de Pavlov correr suelto hasta el colapso, en aparente orgía perpetua; eso sí, desde la libertad de elección [libertad artera o casualmente desemantizada bajo la explosión de estímulos induciendo al hiperconsumo: no elijas algo, debes tomarlo todo]. Además, habría que tener presente que ciertos aspectos de las legislaciones occidentales que resultan cruciales para el caso, como son la articulación legal de la intimidad y la protección de datos en Europa, por ejemplo, no tiene nada que ver con la reglamentación china.
SkyNet, dicen, nació como una Mátrix anticorrupción, un sistema de localización y captura de políticos corruptos, fugitivos y delincuentes –sin perder de vista, ojo, que en China, como en el resto del mundo, delincuencia y disidencia resultan con frecuencia difíciles de deslindar, mostrándose como sinónimos–. SkyNet habría ayudado así a detener ya, en los 2 años y pico que lleva operativa, a más de 1000 fugados y a recuperar unos 350 millones de dólares, según las autoridades chinas. [Pero no es lo mismo para lo que pueden servir las cosas, que lo que finalmente se hace con ellas. Alguien alimenta un hilo de Reddit: Del dicho al hecho… va un Estado de Derecho].
[VÍDEO Chinese Street surveillance. Object / Face Recognition.]