Cualquiera se ha llevado a la boca uno de esos pimientos oriundos de Galicia que, según la suerte que nos venga dada, puede hacer que deseemos beber agua hasta el día del juicio final mientras crece el infierno en las papilas, o bien dejarnos indiferentes (y estúpidamente soberbios) alegando aquello de “pues tampoco pican tanto” o “a mí nunca me tocan los ricos.”
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