Es omnipresente la sensación de que la tecnología ha cambiado las formas de relacionarse en este siglo 21. Conocer a alguien ya no es únicamente cruzarse en la calle o la panadería o haber oído hablar el uno del otro. Las personas ahora se persiguen y tropiezan, de forma más o menos aleatoria, también por el ciberespacio –volcándose luego, quizás, en la relación a este lado de las pantallas–, encienden sus artilugios y rastrean entornos afines buscando clientes, contactos, amigos, parejas.
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