¿Por qué podemos lanzar móviles mejores cada pocos meses, y coches mejores todos los años, pero no somos capaces de decir que hemos mejorado el sistema educativo incluso a lo largo de varias décadas? Sridhar Rajagopalan, fundador de Iniciativas Educativas (EI), abre así un optimista artículo -no es ironía- donde reflexiona sobre lo que da en llamar la Ciencia del Aprendizaje, un potencial campo de estudios interdisciplinar que pretende una profundización pedagógica en los mecanismos de la adquisición de los distintos saberes. Aprender es adquirir conocimientos; el conocimiento es información asimilada; en tiempos de sobreinformación –aunque no sólo en ellos–, comprender cómo se aprende no nos haría más tontos.
También el optimismo empuja a un profesor universitario, Antonio Fernández-Coca, a hablar de una nueva perspectiva y práctica educativa, Docencia 4.0 la llama, pero eso sería lo de menos. Un modelo que ensambla lo clásico presencial y las nuevas tecnologías pero dando un pasito más allá, explica, llegando a incorporarse por ejemplo estrategias de publicidad, gestión de atención al destinatario, etc. Una forma de pedagogía que lleva dos cursos aplicándose con buenos resultados en la materia Expresión Gráfica en Edificación de la Universitat de les Illes Balears. Me gusta la idea de los docentes que diseñan sus propios materiales, porque aunque es vieja la cuña de que cada maestrillo tiene su librillo, igual de cierto es que, salvo honrosas excepciones, esos “librillos” eran manufacturados en cadena a menudo.
“Si un niño posee talento con un instrumento, ese conocimiento es, por lo general, infravalorado en los planes de estudio. No solo infravalorado, sino que impedirá que esa habilidad discurra entre el grupo, los estudiantes, pues no es algo que en el ámbito social de la clase tome demasiada importancia. Sólo la adolescencia hace con su ®evolución –el sexo y la música tienen mucho que ver– que cosas así cambien.” Así dice un “ensacuento” del ilustrador infantil Leol Kipling.
Hay muchas cosas que administrar mejor en la educación, que recuperar, que modificar, que superar. El avance tecnológico, que ha hecho al mundo pasar de la “administración desde la estrechez” a la “administración en la abundancia”, también nos habilita las herramientas para afinar la solidaridad, como apunta Mary Joice; pero para ello deberíamos ir tachando “competitividad” de los periódicos, boletines o papeles cualesquiera, e ir introduciendo palabras como cooperativa. El lenguaje no es algo baladí.
Y optimista estoy, pues de un libro vengo. Sridhar decía: La verdad es que probablemente nadie en el mundo hoy sepa cómo solucionar nuestros problemas educativos. Admitir esto es un paso importante. Leer a Manuel Vilas, cuyo corazón es una estepa rusa con armas automáticas, puede hacernos mucho bien. Mucho. Educativa, social, universalmente. Gran Vilas.