La desconexión web de Paul Miller

-¿Metafísico estáis? -Es que no me conecto. Ni tanto ni tan poco. Parece innegable que ese intrincado y brillante cerebelo que es Internet ha revolucionado (y lo que te rondaré, morena) la vinculación entre la tecnología y el ser humano, entre ser humano y mundo. Devenida ombligo virtual, la Red irradia el Ser: navego, luego existo; filosofía viral y barata: sabiduría deshuesada para dentaduras blandas.

Paul Miller, un joven de 26 años, profesional asiduo de las tres-uves-dobles a las que dedicaba por completo sus horas decidió pegarse el pasado año 2012 al margen del online y testar qué y cuanta “realidad” se le había ido enquistando en las pantallas, darse un descanso de la vida moderna, esa rueda de hámster alrededor de bandejas de entrada, anuncios clasificados y flujo worldwideweb.

desconexion Su experiencia se fue actualizando en el conocido diario tecnológico The Verge, con el que Miller ya colaboraba. Desde su retiro, alejado del mundanal ruido del ciberespacio, trataba de entender la Red, estudiándola a distancia, analizando en sí mismo el impacto que la conexión/desconexión provocaba. Según su relato, si bien al principio ese tiempo ganado fuera de línea se perfilaba como un espacio creativo y pedagógico, tonificante, con el paso de los meses los vicios offline afloraban y el “palacete zen” se desvanecía. Una idea que puede destilarse es que conectado o no, el veneno está en la dosis. Pasa el tiempo y Aristóteles ahí erre que erre con su Aura Mediocritas, su felicidad en la dorada medianía. Toda virtud está entre 2 extremos. Algo que puede relacionarse con ese comentario que Nathan Jurgenson, teórico web, compartió con Miller –y que espiga, por inspirador, Javier Barros del Villar en su artículo sobre el asunto para pijamasurf.com Existe mucha realidad en lo virtual, y mucha virtualidad en la realidad.

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