Más allá de campañas de intriga –o no tanto–, y volviendo al conjunto, la secuencia de la visión de El Perro terminará con éste, si al comienzo escéptico y despreciativo, ahora empático, humanizado, dando sepultura a los desconocidos cuerpos que hallaron en la casa: seducido en el relato del fuego, afectado [sepamos o no aún los espectadores de quiénes eran realmente esos cadáveres].
Y pienso que ahí, en todo eso, además de existir un pulcro montaje, anida un homenaje al arte de contar historias, que es después de todo de lo que se trata. Y por eso mismo Dondarrion, cuando al principio de la secuencia entra en la casa y ve a El Perro observando silencioso los cuerpos muertos de la niña y el adulto sobre la cama, ya en los huesos, le pregunta cómo cree él que murieron. Intrascendente y crudo, Clegane responde: muriendo [aún no ha visto nada en el fuego: no importa el relato, es un salvaje sin conciencia; o demasiado consciente…]. Tras ese indolente gerundio como respuesta por parte de El Perro, Dondarrion, sin dejar de mirar los cuerpos –visibles en primer plano unos segundos con un movimiento vertical descendente: esqueletos acurrucados y andrajos–, sintetiza verbalmente la posible historia de sus muertes como un pie de foto del encuadre: La chica murió en brazos de su padre, los dos ensangrentados y con un cuchillo a los pies. Se morían de hambre, y él prefirió que su niñita dejase de sufrir y acabó con ambos.
Aunque Clegane asegure ásperamente que eso ahora ya no importa, y Dondarrion asienta, al construirles una historia –aun la de sus muertes y acaso inventada–, los humaniza y trasciende. Durante unos instantes esos esqueletos han adquirido algo parecido a un rostro humano. Y efectivamente lo tenían (nítido –para el friqui– en la conciencia de Sandor Clagene): serían el del granjero y el de la hija que los acogieron a él y a Arya en el tercer capítulo de la cuarta temporada. El Perro les robo el dinero y, como una profecía autocumplida, no sobrevivieron al invierno. No necesitaban las monedas.
[Arya, El Perro y el granjero con su hija, Juego de Tronos, 4×3]
El espectador quizá no recuerde al granjero y a su hija, personajes secundarios e intrascendentes; pero en las palabras de Dondarrion imaginando sus muertes, y a través de la visión de Sandor Clegane como relato junto al fuego, aun los menos friquis atamos algo así como los cabos de la piedad y la conciencia en la conducta de El Perro. Puro storytelling, como esa voz en off que va poniéndole nombre a los animales en los documentales y construyendo una madeja narrativa que nos vincula emocionalmente, humanizando la naturaleza salvaje.